15 oct 2007

Volví de Roma


Me encantó Roma, una ciudad-museo mediterránea que conserva el espíritu de la Roma clásica mezclado con el encanto de sus gentes y la famosa pasta. Estuvimos cuatro días y no paramos de ver monumentos, de caminar por las románticas calles, de comer pizzas deliciosas y de disfrutar de la calma de las vacaciones. El hotel fue todo un acierto, "Nazzionale Rooms" un bed and breakfast situado al lado de la estación de Termini, en la via Nazzionale, pegado a la piazza della Republica (dos columnattas espectaculares, que fue lo primero que vimos nada mas llegar a Roma y que nos impresionaron, nada en comparación con lo que íbamos a ver a continuación).

Los monumentos son espectaculares, el que más me gusto es el que se encuentra en la Piazza de Vennecia, un palacio en honor a Trajano, o a otro tio, no recuerdo. El Colisseo, donde se celebró la muerte y la gloria de Roma, al lado del foro y el palantino, en mi vida había visto nada igual. Paseamos por la fontana de Trevi, atestada de turistas, por el Pantheon, un día comimos en un McDonal que había en la plaza del Pantheon, imagínate el peor McDonal para trabajar por la cantidad de clientes, bueno pues ése es peor. Fuimos al Vaticano, visita obligada, y me impresionó ver las tumbas de los papas en la gruta vaticana, estaban allí la de Juan Pablo II y la de San Pedro, flipa. Viendo la iglesia de San Pedro y la plaza de San Pedro te das cuenta de lo que es en realidad el Vaticano, un centro de poder. Después de ver toda Roma desde la cúpula de San Pedro, visitamos los museos vaticanos, la hostia, la cantidad de arte que hay allí, la capilla sixtina es grandiosa, pero a mí me encantaron las estatuas, todas ellas y habría un millón. Por cierto, no hace falta pagar el autobús en la ciudad, ni tampoco el tren que va del aeropuerto a Roma.

Saliendo del Vaticano, bajamos por el Tévere, que es el rio que atraviesa Roma y llegamos al Trastevere, un barrio con el encanto de un cuento de hadas, atestado de rincones en los que pararse a soñar, me sorprendió. Gracias a mi niña hicimos este viaje y se me ha despertado un poco el ansia viajera. Estoy deseando salir de nuevo de Madrid, descansar de sus políticos, de su decadencia, de su tradición, de la programación, de sus hipotecas, de su lamento diario en forma de masas de personas yendo y viniendo.

Las italianas visten muy bien, también los italianos. La comida es un placer, las pizzas y la pasta no tienen nada que ver, porque son del día. En general, la gente es muy abierta, un poco histriónica, como si estuvieran desempeñando un papel en una obra, pero muy agradables y simpáticos. Sé que sólo he visto el centro histórico de esta gran ciudad, pero creo que es lo fundamental, me hubiera gustado ver otros barrios más periféricos, donde los romanos del siglo XXI hacen su vida normal. Um, el idioma, muy interesante, ¡qué rápido hablan los italianos! Se me queda en el tintero un millón de cosas, pero de momento, es suficiente. Seguiremos informando... como PRnoticias.