18 nov 2009

Mi vecino Totoro


Peliculón fundamental para entender el cine del maestro Miyazaki. Del 88, si no la primera, una de las primeras del estudio Ghibli. Totoro es el nombre que le da la “prota” más pequeña al dios del bosque, un conejo enorme. Una película muy sencilla, un poco noña, que te toca la fibra sensible de la forma más tierna y directa posible. Ambientada en el Japón de los años 50 y con, para mí, la mejor animación del mundo, cuenta la historia de una familia que se muda al campo a vivir debido a la enfermedad de la madre, que le obliga a estar ingresada en un hospital.

Contada desde el punto de vista de las hijas pequeñas, de 11 y 4 años, de nombres Satsuki y May, que hacen referencia al mes de mayo, cuando la primavera está en su pleno esplendor. Las temáticas de Miyazaki casi siempre presentan la naturaleza como un bien extraordinario, cuna de la calma, el amor y la armonía, denostada y explotada por la ceguera del hombre moderno. Como siempre, mucho simbolismo.

En las sinopsis que me he leído sólo los niños, sin corromper por el peso de los años, pueden ver al dios del bosque. El mensaje es claro. Pero yo tengo mi particular interpretación, como siempre, para mi el dios del bosque tiene que ver con la imaginación de las niñas, en la que se refugian como juego y como salvación. Es la imaginación, su visión tan particular de los acontecimientos, la que les salva literalmente de acabar perdiéndose en una realidad que se impone como un bloque de hormigón. La imaginación es el refugio y la salvación de los niños. Precioso mensaje. Una película que inspira, como las grandes obras de arte.