13 dic 2011

Madrid, mi ciudad

Madrid es la ciudad que me vio nacer, de esto hace ya más de treinta años, cuando era pequeño era todo mi mundo, un mundo que por otra parte se reducía a unas cuantas calles, un par de autobuses de línea, el colegio, el patio de mi casa y poco más, Madrid por aquel entonces se encontraba en mi interior, era mi patria, mi refugio, mi bandera y poco más.

Desde hace mucho tiempo que busco la belleza de esta ciudad y pocas veces la he encontrado, pateándome la Gran Vía de arriba abajo con sus gentes interesantes, los grupos de chicas que van de compras o a tomar algo, los amigos que se encuentran para escapar un poco de la monotonía, los turistas que pronto se dan cuenta que Madrid es una ciudad inhóspita y fría.

Uno de sus atractivos principales es el Paseo de la Castellana, una grandiosa arteria pensada principalmente para el tránsito de vehículos, en la que se descubre el Madrid artístico con el Museo del Prado siempre hirviendo de turistas, donde los madrileños hemos guardado nuestro legado pictórico para que no moleste.

Recorriendo este enorme bulevar que es la Castellana te topas con los barrios más elegantes y adinerados del centro de la capital, la calle Serrano con su Milla de Oro y sus pijos de nivel, el barrio de Salamanca, donde a muchos de los autóctonos les gustaría vivir, reflejo efímero de la clase alta de la sociedad madrileña.

Y ahora en el norte de esta gran vía, el alcalde de turno ha plantado una serie de rascacielos que nada tienen que ver con el Madrid moderno, con el antiguo, ni con nada, pero ahí están, cerca del barrio en el que vivo ahora con mis padres y donde viví mi infancia y adolescencia.

Otro punto emblemático de la ciudad es el parque del Retiro, que era la finca de no sé qué rey absolutista y que en algún momento pasó a ser propiedad del pueblo, el Retiro, otro magnífico lugar para escapar de la ciudad, con su lago, sus barcas y sus familias y parejas paseando bajo el sol, rodeados de verde, música y risas.

En ninguno de estos sitios he encontrado yo mi lugar, mi ciudad, la ciudad que haga enamorarme de ella, que me haga sentir que soy de aquí. Pero hace poco pasee por el Madrid antiguo y he encontrado algo que sí ha despertado en mi algo parecido a agradecimiento a la ciudad, a cierto tipo de afecto.

Me parece que he redescubierto que Madrid se lleva por dentro, es un estado de ánimo, ella surge ante tus ojos a la vez que la vas sintiendo, y para eso es fundamental pasear por el Madrid de los Austrias. De nuevo, como cuando era pequeño, la ciudad surge de dentro, ya no como refugio, si no como aliada, compañera, cómplice en este sin sentido en el que muchas veces se convierte la vida.

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